miércoles, 19 de noviembre de 2008


Docente: Raúl Alamillo Gutiérrez
LA EXISTENCIA DE DIOS EN SANTO TOMÁS DE AQUINO (RESUMEN)

-La teología, presuponiéndose como ciencia, establece que su “objeto” de estudio es Dios, pero la pregunta a la que se propone responder primeramente sobre su objeto no consiste en plantearse qué es Dios, sino sobre Su existencia.
-En este sentido, recurre a la filosofía para responder a una pregunta de eminente carácter filosófico. De hecho, si su existencia es filosóficamente demostrable, es porque ya se ha demostrado.
1. La existencia de Dios no es evidente por sí misma
- La postura innatista afirma que la existencia de Dios no necesita ser demostrada porque el conocimiento de esta verdad es innato en la mente humana. Sin embargo, hay ateos que niegan la existencia de Dios, por tanto la existencia de Dios no es evidente en este sentido.
-La existencia divina es necesario que sea demostrada, sin embargo hay qué saber porqué se afirma la idea innata de Dios: una primera razón: la existencia de las religiones, y educación religiosa, por lo que a fuerza de la costumbre, el hombre no recuerda si en algún momento pensaba que Dios no existía, por lo que afirma la idea innata de Dios, pero si no es innata de dónde se origina?
-Los no creyentes descargan el peso de la prueba en los creyentes. Sin embargo, exista o no Dios, no podemos negar que existe la idea o noción de Dios, y mínimamente esto habría que explicarlo, sobre todo si es que NO EXISTE DIOS, ya que es necesario saber cómo la mente humana ha podido crear tal concepto (Descartes de esta situación deduce la necesidad de su existencia).
-Santo Tomás responde provisoriamente que Dios existe y es creador, causa incausata y fin último de todos los seres. Por otra parte, todo hombre desea la felicidad por naturaleza, y, sin saberlo explícitamente, esa felicidad es Dios, aunque confundan o elijan erróneamente. El que reconoce la existencia de Dios, sabe perfectamente que el objeto de su deseo es Dios.
-Otra vía es al argumento anselmiano del Proslogium: ( una proposición es evidente per se cuando el predicado está contenido en la esencia del sujeto: v. gr. el hombre es un animal …¿la existencia está contenida en la esencia de Dios? Ya que Dios es un ser mayor que el cual no puede concebirse ninguno: la existencia se deduce del análisis de la existencia de Dios) la existencia contenida en la esencia (Dios existe), sería evidente por sí misma, y esto no es así: tal proposición es evidente por sí misma, pero no para nosotros, ya que nosotros desconocemos la esencia divina, por tanto no es evidente para nosotros su existencia (Dios es su propia existencia). Es así que el único camino para demostrar seguramente su existencia implica considerar los efectos de Dios (el aquinate critica el argumento anselmiano).
-Sin Dios no hay nada, pero hay que demostrarlo.
Reafirmando: una proposición puede ser evidente por sí misma, pero no para nosotros o por sí misma y para nosotros: Dios existe y es de la primera clase
Es evidente por sí misma porque no hay en dios distinción entre la esencia y su existencia (Dios es su existencia, aunque no sólo ésta, tiene otros atributos o perfecciones) pero nosotros desconocemos su esencia, ya que la mente humana es limitada en su condición presente, por tanto queda sólo un camino: demostrarlo a partir de sus efectos.

2. La existencia de Dios es demostrable

Postura fideísta: la existencia de Dios no es racionalmente demostrable, ya que es una verdad de fe, pero, de hecho, lo que ha revelado Dios es que su existencia puede ser demostrada (Rom. 1,20)
El entendimiento humano es capaz de Dios, aunque de manera imperfecta (la perfección del autoconocerse es propia de Dios).
Existen dos tipos de demostraciones:
1) demostración “quia”: procede del efecto a la causa (es el caso de las 5 vías)
2) demostración “propter quid”: procede de la causa al efecto
No hay nada por cuya causa Dios exista y todo es causa de Él. Sus afectos nos son dados por la experiencia y en su origen encontramos a Dios. Éste sería su esquema silogístico:
X tiene una causa a la que llamamos Dios
Luego, Dios existe

La clave: la premisa mayor que establece la existencia de una causa primera para un cierto orden de efectos
Otro elemento a considerar es que la demostración de la existencia de Dios en Santo Tomás presupone en la mente una cierta noción de Dios (no podemos preguntarnos sobre la existencia de algo sin tener alguna idea de lo que es la cosa). Esta noción (presente en prácticamente todo cultura y a través de la historia) no es fruto de la demostración, es como una espontánea deducción.

Preguntas: (planteadas por Gilson)
¿Cuál es el valor racional de esta noción?
¿es posible convertir nuestra idea natural de Dios a un conocimiento racionalmente justificado?
La existencia de Dios ¿puede adquirir el valor de una conclusión científicamente demostrada?
Las pruebas tomistas ¿son técnicamente seguras?

Estructura de las pruebas de la existencia de Dios en Santo Tomás: (5 vías demostrativas)

-Parte siempre de alguna situación o cosa EMPÍRICAMENTE conocida por los sentidos, es decir, toma una parte de la realidad (el movimiento, la contingencia, la perfección, el orden y la finalidad)
-Sólo de una existencia real dada se deduce una existencia no dada empíricamente.
-Se presupone la noción de Dios
-Todas las pruebas coinciden que una serie causal infinita no procede; hay que detenerse en un punto de llegada en el que coinciden estas vías: la necesidad de un Ser supremo trascendente: Dios
-En todos los casos la conclusión es la existencia de Dios (nunca Su esencia)

Referencia bibliográfica:

Fraile, Guillermo (1986) Historia de la Filosofía. V.2: Filosofía judía y musulmana-Alta escolástica: desarrollo y decadencia. Madrid: BAC

Gilson, Etienne (1981) Elementos de Filosofía cristiana, Rialp: Madrid

martes, 4 de noviembre de 2008

estudiantesuan el filosofar en la fe

EL FILOSOFAR EN LA FE

La conversión de San Agustín le cambio el modo de vivir y le abrió nuevos horizontes en su forma de pensar. La fe se transformo en sustancia de vida y de pensamiento. El pensamiento a su vez, estimulado y verificado por la fe, adquirió una nueva talla y una nueva esencia. Por tal, la conversión constituye el eje del pensamiento agustiniano. La fe no substituye a la inteligencia ni tampoco la elimina si no que, la fe, estimula y promueve la inteligencia. La fe es un modo de pensar asintiendo, por esto, si no hubiese pensamiento, no existiría la fe. E igualmente la inteligencia no elimina la fe, sino que la refuerza y la aclara. Fe y razón son complementarias. Con la armonía de lo creado coincide también la medicina del alma, que se nos suministra por la bondad inefable de la providencia divina. Esta medicina actúa en orden a dos principios: la autoridad y la razón. La autoridad exige la fe y lleva al hombre a la razón. La razón conduce al entendimiento conciente. Los motivos de asentimiento a la autoridad son más evidentes que nunca cuando ésta ratifica una verdad inobjetable incluso para la razón. No debo alejarme de la autoridad de cristo, porque no hallo ninguna otra mas valida: deseo aprender sin demora las razones de lo verdadero, no solo con la fe si no también con la inteligencia. La plenitud de la inteligencia solo puede realizarse, en lo referente a las verdades ultimas, si se daba una revelación divina.

EL DESCUBRIMIENTO DE LA PERSONA Y LA METAFISICA DE LA INTERIORIDAD

El verdadero y gran problema no es el del cosmos, sino el del hombre. El verdadero misterio no reside en el mundo, sino que lo somos nosotros, para nosotros mismos. No obstante, al decir hombre, no habla en abstracto sino plantea el problema mas concreto del “yo”, del hombre como individuo irrepetible, como persona. Agustín descubre el “yo” en las tensiones y en los desgarramientos mas íntimos de su voluntad, enfrentada con la voluntad de Dios. Dicho de otra forma, al enfrentarse la voluntad humana con la voluntad divina se descubre el yo como persona. Al definir al hombre, también cambia la noción griega de alma y de cuerpo, para él, debido al concepto de creación, al dogma de la resurrección y sobre todo al dogma de la encarnación de Cristo, nuestro cuerpo es valioso y esta unido al alma, y reconocemos en nosotros mismos la imagen de Dios, nosotros existimos, sabemos que existimos y amamos nuestro ser y nuestro conocimiento. Dios pues, se refleja en el alma, y alma y Dios son los pilares de la filosofía cristiana de Agustín. Se encuentra a Dios no al investigar sobre el mundo, sino ahondando en el alma. Conocerse a si mismo, consiste según Agustín en conocerse en tanto imágenes de Dios. Así, nuestro pensamiento es recuerdo de Dios, el conocimiento que se encuentra con El es inteligencia de Dios y el amor que procede de uno y de otro es amor por Dios.

LA VERDAD Y LA ILUMINACION

La verdad se encuentra en el interior del alma humana; busca dentro de ti, y si hallas que tu naturaleza es mudable, trasciéndete también a ti mismo y, al hacerlo transciendes el alma que razona, de modo que el termino de la trascendencia debe ser el principio donde se enciende la luz misma del raciocinio. La verdad, por consecuente constituye una menta en la que uno se detiene después de haber razonado. Cuando el hombre a llegado a la verdad, el hombre interior se une con su propio huésped interno en un transporte de felicidad suprema y espiritual. No obstante, hay una verdad que el hombre conoce: su existencia pues, para poder dudar, yo soy y estoy seguro de que pienso. El proceso cognoscitivo se da primero por la sensación, que es el alma que esta activa, es el primer escalón de la conciencia, después, el alma muestra su espontaneidad y su autonomía con respecto a las cosas corpóreas, dado que las juzga con la razón basándose en criterios que el alma posee que son inmutables y perfectos. Estos criterios de conocimiento llegan al alma de una naturaleza inmutable superior al alma humana, de Dios. El proceso por el que llegan se denomina iluminación, que consiste en que las cualidades de las cosas se nos hacen visibles por medio de una luz incorpórea que proviene de Dios.

INTEGRANTES

Samantha Danaé López Venegas

Sara Carolina Vílchez Flores

Alejandro Ortega Montaño